Habitualmente asociamos la idea de startup o incluso de “emprendeduría” en general con proyectos que giran en torno a algo innovador o incluso necesariamente disruptivo, asumiendo también que merecen una protección jurídica que preserve su desarrollo e implantación. Sin embargo, a veces lo innovador (y también potencialmente disruptivo) es lo clásico, lo de siempre, las viejas costumbres, y en